Confianza

«¿Qué es la seguridad? ¿Dónde está el destino cierto? Vemos y es bueno que nos demos cuenta de ello, cómo alrededor nuestro se desploman edificios que nos parecían construidos para siempre. Sólo una cosa es cierta: que Dios existe y que Él nos tiene en su mano. Por eso puede que el mundo entero se desplome en ruinas; nosotros no nos derrumbamos si nos agarramos a Él. Pongamos todas nuestras preocupaciones en manos de Él y no nos preocupemos tanto de nosotros mismos ni de nuestro futuro.» [Edith Stein, santa Teresa Benedicta de la Cruz, religiosa carmelita de origen judío que murió en las cámaras de gas de Auschwitz en 1942.]

"Extiende tu mano." nos dice siempre, tendiéndonos su mano para invitarnos a ir haca Él. Pero solemos no darnos cuenta, no lo vemos, dudamos...

"No temas." repite innumerables veces. Pero con frecuencia nuestros temores y dudas ganan espacio...

"No tengan miedo." dice de nuevo, con ternura y paciencia.

"Soy Yo, estoy con ustedes." Y no terminamos de confiar.

También su "Háganse como niños" es una invitación a tener la confianza plena que tienen los niños cuando, ante un peligro, corren hacia los brazos abiertos de su papá, con la certeza de que ese es el lugar seguro.

Sabemos que Jesús es dueño y Señor de todo, que está por encima de cualquier situación y que nos sostiene siempre con infinita ternura. Sin embargo, muchas veces dudamos, nos parece que no está, que nos superan las tormentas.

Y con renovada insistencia, se nos invita a fijar siempre nuestra mirada en Jesús y a no apartarla pase lo que pase, para escucharlo cada vez: "Aquí estoy, ánimo, soy yo, no temas." O a veces, "¿Por qué has dudado? Yo estaba allí, en medio de tu tormenta, caminando contigo."

Yo que caigo fácilmente en la duda y el temor, en el afán de organizar, hacer y controlar, quisiera algún día llegar a confiar del modo en que confían los niños - sin reservas - en nuestro Padre. Como en este relato:

Un niño abordó un avión para viajar a Nueva York, llamando la atención de todos, subió al avión con boleto en mano, buscó su asiento y se sentó al lado mío. Se veía un niño educado, seguro e inteligente. Me miró, sonrió, sacó un libro y comenzó a dibujar, pintar y colorear. A pesar de su corta edad - acaso unos 8 años - no presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión. El vuelo no fue muy bueno, hubo tormenta y mucha turbulencia. De momento una sacudida fuerte, y todos estaban muy nerviosos, pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento ¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué su calma?... Hasta que una mujer frenética le preguntó: - Niño, ¿no tienes miedo? - No, señora. - contestó el niño. Y mirando su libro de pintar le dijo: - Mi padre es el piloto.

Confiar del modo en que confían los niños - sin reservas - en El Piloto, nuestro Padre.

🎨 Yongsung Kim, 'La mano de Dios'.